El día que decidí vivir fuera de mi país

Vivir fuera de tu país

Luego de estudiar en el extranjero y regresar a Dominicana, mi tierra natal para tomar la decisión de vivir fuera de mi país; miré hacia atrás sólo para confirmar que hacer las maletas, sería una de las mejores decisiones de mi vida.

Si bien es cierto, cuando decides emigrar, conviertes tu vida en un viaje extraordinario, lleno de incertidumbres que te empujan a crecer. Esta decisión logra sacar tu lado más increíble.

Además, al residir fuera de tu país, te enfrentas a nuevos retos que afloran en ti facetas que desconocías. Te sorprendes y te dejas sorprender por el mundo, aprendes y amplías tus perspectivas.

Asimismo, las vivencias compuestas por algunos que otros golpes te ayudan a crecer y comienzas a acumular recuerdos que no caben ni públicas en las redes sociales y de los cuales jamás te querrás desprender.

Empezar de cero es emocionante, desafiante y tiene muchas recompensas, pero te arranca de cuajo de lo conocido.

Te plantas en mitad de lo imprevisible y por el camino, puedes tener “sentimientos encontrados”, a los que no estabas acostumbrada, pero que sin duda te hacen más fuerte.

En ocasiones, vivir ciertas dificultades pueden llegar a superar tus expectativas, pues al principio cualquier pequeñez podría convertirse en todo un mundo. Quizás, sea el mismo sentimiento, sin importar el país que elijas para vivir, porque los desafíos seguirán siendo los mismos.

Del mismo modo, sabes que acabas de llegar a un lugar desconocido, incluso aunque hayas estado de vacaciones, porque tu estadía ya no está orientada hacia los mismos objetivos.

Así mismo, esta vez, debes encontrar hogar, trabajo, adaptarte al clima, a la cultura (esto no implica perder tu identidad); entrenar el oído al acento, al idioma y hacer nuevas amistades.

Sin embargo, en el proceso de adaptación, no nos olvidemos de aprender las convenciones sociales, sobrevivir a los trámites, adoptar una nueva visión de todo; entre otros puntos, que para mí son vivencias de puro crecimiento.

Mallorca Mediterraneo Cleo Lora
Vista del Mediterraneo desde Sa Foradada

Sin bien es cierto, aunque hoy me siento feliz y agradecida, debo decir que es una realidad eso de que los comienzos no son nada fáciles; incluso, cuando el destino elegido tiene un buen clima y está compuesto por lo que no le debe de faltar a cualquier caribeña; montaña, sol, playa y arena.

Siempre me ha gustado salir a caminar, contemplar los paisajes, disfrutar del hermoso azul del mar Mediterráneo y sus montañas; hacer fotos de lo que me resulta interesante y pasear por todas las calles.

Confieso que me gusta vivir con ojos de turistas; visitar los pueblos, fijarme en los restaurantes, en las cafeterías y en las colecciones de arte que van y vienen. Además, de esa forma he logrado crear vínculos con la ciudad y conectar con lugares especiales.

Viviendo en Mallorca me he dado cuenta que la vida en el Mediterráneo, va más allá de definir un tipo de dieta o tendencia decorativa; más bien, es una forma de entender la vida misma, experiencia que me ha ayudado a comprobar mi afinidad y pasión por el ambiente cosmopolita.

Vista de la Catedral de Mallorca desde el Paseo del Borne

Ahora bien, han pasado varios años y ahora la alegría de seguir viviendo esta experiencia supera con creces cualquier contratiempo.

Si bien es cierto, aunque al tomar la decisión de vivir fuera de nuestro país, estemos lejos de los nuestros y aunque el invierno en ocasiones llegue a ser inclemente; la satisfacción de haber podido elegir el lugar donde vivir y contar con el apoyo de tu familia, es una sensación realmente gratificante y por la cual le doy gracias a Dios y al universo.

Confieso que me agrada eso de ser una eterna forastera; al fin y al cabo, esta experiencia es un lienzo donde pinto parte de mi historia. 

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